Cada imagen siempre tiene detrás una historia: la complicidad de unas miradas, la pasión de una pareja, emociones en forma de lagrimas, abrazos y risas sinceras. Durante estos años, he tenido la oportunidad de fotografiar a muchas parejas y familias de distintos países. Hace más de un lustro que cambié todo mi equipo fotográfico y me decanté por las cámaras sin espejo de gama alta de Fujifilm, por su fiabilidad y calidad, además de proporcionarme el mejor equilibrio en cuanto a dimensiones.
Su peso y tamaño reducido me abrió un nuevo camino, una nueva forma de entender la fotografía, ahora puedo acercarme mucho sin sin quitarle protagonismo al momento. Mi creatividad ha aumentado debido a mi ligero equipaje, en una mochila llevo todo lo necesario sin tener que arrastrar de pesadas maletas, pudiendo llevar conmigo su amplia gama de objetivos. Como profesional estoy especializada en la fotografía social y de retrato. Entiendo que cada evento es singular, cada boda y familia son únicas, para desarrollar mi trabajo me gusta implicarme en todo lo que hago, conocer a las personas y poder captar imágenes que hablen por sí solas, que trasmitan un mensaje, una reflexión o la sencillez de un sentimiento. Es imprescindible para mí poder confiar plenamente en mi equipo y centrarme exclusivamente en los sentimientos y acontecimientos que surgen a mi alrededor.
En el tiempo que llevo usando las cámaras mirrorless, no me he tenido ningún contratiempo, he trabajado a mas de treinta metros de altura navegando en gran barco, fotografiando a parejas en cascadas o subiendo por las montañas heladas de Islandia. A pesar de los muchos cambios climatológicos a las que las he sometido, siempre me han respondido correctamente, pero lo más importante para mí es poder acercarme a las personas sin que se sientan intimidadas por llevar una cámara de gran volumen.
Gracias a tener un equipo ligero, en cada viaje me llevo mis cámaras y lentes. Cada ciudad tiene mucho que descubrir y me gusta estar preparada para cada ocasión, pues una de las cosas que hago siempre cuando llego a un nuevo lugar es investigar sobre la cultura y el arte de la zona, buscar un mapa, trazar una ruta y después perderme entre las calles.
Me encanta dejarme llevar, ya que siempre encuentro una buena imagen, una buena historia detrás de cada esquina.
Cuando viajamos tenemos muchas oportunidades para hacer fotos de nuevos temas interesantes.
A pesar de que suelo planificar mis trabajos hasta el más mínimo detalle, siempre dejo un espacio para la improvisación y la observación. La carga emocional de nuestras fotografías es el gancho con el cual nos conectamos con la historia, nos une de una manera directa con las emociones, ya que el cerebro ve una imagen e inmediatamente la relaciona con su propia experiencia. Al igual que cuando leemos, la mente busca imágenes que tenemos guardadas en nuestra memoria y las relaciona con la narrativa. Una imagen con una perspectiva en picado o contrapicado puede crear sensaciones de suspense o intriga, así como los detalles pueden enriquecer nuestra historia.
Siempre me han apasionado las manos, la arrugas de la piel que marcan el paso del tiempo o la intensidad de una mirada, pues con el tiempo me he dado cuenta de que en mis imágenes he buscado inconscientemente captar esos detalles, aunque ahora lo hago de manera deliberada en todos mis trabajos. Da igual que sea una boda o una sesión de estudio, en un largo viaje o paseando por una calle vecina, siempre voy buscando emociones que fotografiar. En ocasiones en una única foto se pueden contar muchas cosas, un solo retrato puede inspirar una historia y, en otras ocasiones, una serie de imágenes entrelazadas nos conectan a una crónica o suceso.
El poder de la imagen reside en conectar emociones, ya que hay imágenes que nos transportan en el tiempo nada mas mirarlas y otras que no dejan totalmente impasibles. Podemos contar historias reales o ficticias. Y es que, normalmente, cuando preparo una historia me creo un guion, sobre todo si es imaginativa, ya que cuando es real va surgiendo por sí sola.
En fotografías documentales suelo organizar el orden en la edición, de tal manera que se pueda contemplar mi trabajo con facilidad, al igual que toda forma de comunicación, la fotografía es una manera de transmisión visual, teniendo presentes a los distintos elementos narrativos: protagonistas, trama, inicio, desarrollo y final.
La foto inicial de una historia debe de introducirnos en el tema, los planos amplios ubican al protagonista en el contexto, los primeros planos o detalles nos ayudan a desarrollar la trama. Un desenlace lo podemos hacer con planos medios o generales.
La edición y la elección del color son clave, los colores tienen un fuerte impacto emocional en nuestras mentes y evocan todo tipo de sensaciones, hay todo un estudio sobre la psicología del color. El blanco y negro tiene la particularidad de capturar la esencia eliminando lo superfluo, de transmitir un mensaje, de generar misterio, dando más fuerza y dramatismo a nuestras capturas. Personalmente, trabajo muchísimo en blanco y negro, incluso a la hora de realizar las capturas, tengo activada la previsualización en cámara en monocromo para evitar distracciones, aunque en estos últimos meses estoy estudiando la composición a través del color, un nuevo reto a explorar.
Otra técnica que siempre suelo usar a la hora de fotografiar es jugar con la poca profundidad de campo, ya que me gusta poder dirigir la mirada a la zona que me interesa, por ello suelo trabajar con unas aperturas entre f1.2 a f2.8, permitiéndome destacar las áreas de mayor interés.
Las velocidades lentas combinadas con luz controlada de flash nos dan efectos muy interesantes que por sí solas nos transmiten dinamismo. En las ultimas actualizaciones de Fujifilm, el enfoque automático ha mejorado bastante permitiéndonos ser mas creativos.
El control del vídeo está siendo otros de mis nuevos objetivos, por ello mi siguiente adquisición será la nueva cámara Fujifilm X-T3, para sumarla a las dos Fujifilm X-T2 que ya tengo. Definitivamente, todo avanza tan rápido y la tecnología va a tal velocidad que el límite únicamente está en nosotros mismos.