Los días comienzan muy pronto en Welgevonden. Mucho antes de que los primeros rayos de sol comiencen a teñir el cielo de un intenso color naranja, Moyo, nuestro ranger, ya nos está esperando con su todoterreno y una sonrisa eterna dibujada en su rostro, a pesar del madrugón. Todo está preparado para empezar a buscar animales.
Estamos en Sudáfrica, a poco más de tres horas en coche al norte de Johannesburgo, en una de las reservas naturales privadas más grandes del país. Welgevonden está ubicada junto al Marakele National Park, en la provincia de Limpopo; unas 37.500 hectáreas de sabana africana (aquí llamada bush) formada por suaves colinas y matorral bajo, donde campan a sus anchas los Big Five, los cinco “trofeos” más codiciados de África: león, elefante, rinoceronte, leopardo y búfalo. Afortunadamente, en nuestro safari (palabra que en lengua swahili simplemente significa “viaje”) nadie viene con intenciones de matar ningún animal y los únicos disparos que se oirán serán los del obturador de nuestras cámaras.
Comienza a amanecer mientras seguimos recorriendo los rojizos caminos de la reserva, todavía envueltos en las mantas que Moyo nos ha dejado para soportar el frío matutino. Es ahora, cuando el sol todavía no causa estragos, el momento que los animales aprovechan para desplazarse para buscar alimentos y beber. La mejor ocasión, junto al atardecer, para poder verlos. Mientras conduce, esta vez con gesto serio, Moyo aprovecha para darnos varias instrucciones, tan sencillas como claras para fotografiar a los animales: movernos muy despacio, hacer el menor ruido posible y, sobre todo, bajo ningún concepto salir del coche. Tampoco está garantizado que podamos ver alguno de los Big Five y, en caso de que aparezcan, nadie sabe por dónde lo harán, ni a qué distancia ni por cuánto tiempo. En situaciones como esta, es fácil intuir que los instantes decisivos se van a concentrar en escasos segundos; por ello, es fundamental saber elegir el equipo más adecuado para obtener las mejores tomas…posiblemente no haya una segunda oportunidad.
Yo he montado (por primera vez) en mi Fujifilm X-H1 el objetivo Fujinon XF100-400mmF4.5-5.6 OIS WR que, pese a su tamaño y peso (algo menos de 1,4 kg) no es tan voluminoso como su distancia focal (150-600mm equivalentes en formato completo) harían pensar. De repente, entre los arbustos, aparecen los infinitos cuellos de un par de jirafas que mordisquean las altas hojas de las acacias, inalcanzables para el resto de herbívoros. Con la cámara pegada a mi ojo, me quedo alucinado con el fantástico comportamiento del sistema de enfoque automático de este objetivo, mucho más rápido, silencioso y preciso de lo que podría esperar en un objetivo con distancias focales tan extremas. Pese a la débil luz del amanecer me siento muy tranquilo sabiendo que el sistema de estabilización de imagen OIS de este objetivo me permitirá reducir hasta en 5 pasos la velocidad de obturación necesaria sin que aparezcan señales de trepidación evidentes. He podido comprobar que, incluso trabajando en la distancia focal máxima de 400mm, he conseguido hacer tomas a pulso a 1/30seg. obteniendo imágenes perfectamente nítidas. Otra gran ventaja que brinda este objetivo es disponer de un cuerpo metálico y sellado (WR) que nos garantiza un hermetismo ante las condiciones ambientales más adversas: frío, lluvia o, como en este caso, las nubes de polvo de las pistas de tierra africanas.
Poco a poco, sin perder la paciencia y confiando en la sabiduría de Moyo, los Big Five comienzan a aparecer, además de cebras, ñus, kudus, hipopótamos o springboks (el animal símbolo nacional de Sudáfrica) entre otros. De vuelta a nuestro lodge, compruebo que los resultados no pueden ser más satisfactorios, con algunos primeros planos de animales que nunca habría imaginado poder hacer sin este maravilloso objetivo, sobre todo teniendo en cuenta a la distancia que se hicieron.