Era casi medianoche cuando la supervisora de mi vagón hacía el control previo de pasaporte y billete antes de permitirme acceder al tren. Estaba a punto de iniciar uno de los grandes viajes en tren que se pueden hacer en el mundo: cruzar Siberia en el Transiberiano, en este caso en sentido oeste, hacia Moscú.
Preparo cada nuevo encargo de manera obsesiva, cosas como la literatura o el arte pueden marcar el rumbo de un viaje, pero en ningún caso quiero que se vea condicionado por el equipo. En cada ocasión escojo la cámara y las ópticas de la Serie X que me permitan resolver el mayor número de situaciones que se me van a plantear pero sin renunciar a la comodidad y la discreción que siempre busco cuando estoy fotografiando.
En el Transiberiano iba a pasar largas jornadas en espacios estrechos, con la intención de captar momentos de intimidad en las rutinas de los viajeros, el ambiente en las estaciones en las que el tren hacía parada y algunos aspectos relacionados con la historia de esta línea férrea que me ayudaran a contar la historia. Así que, lo que normalmente hubiera sido mi equipo de apoyo —segundo cuerpo— en otro tipo de viaje, decidí que fuera mi única opción para hacer el reportaje completo: la cámara Fujifilm X-T30 con la óptica Fujinon XF23mm f2, distancia focal que siempre ha sido mi preferida para el reportaje con gente.
La decisión fue todo un acierto, cada vez que salía de mi compartimento llevaba la cámara conmigo y en absoluto resultaba intimidante para los pasajeros. Hay que tener en cuenta que, por el tipo de fotografía que me gusta hacer, estoy trabajando a distancia muy corta de la gente, entre dos y cuatro metros en muchas ocasiones. El tamaño del cuerpo, incluso más pequeño en longitud que mi teléfono, hacía que pasara totalmente desapercibido entre las manos y el modo de obturador electrónico me garantizaba el silencio total al disparar.
Me gusta mucho que hayan incorporado, con respecto al anterior modelo, Fujifilm X-T20, el joystick para variar el punto de enfoque, una opción que utilizo mucho. La precisión del enfoque, muy mejorada ya en modelos anteriores, creo que ha ido un paso más allá. En la rueda delantera puse el valor ISO, en la trasera el balance de blancos, la velocidad en A y el diafragma en manual.
Esta configuración de cámara, la misma que utilizo en las otras cámaras que tengo de la Serie X, me permite olvidarme de la parte técnica y disparar de manera intuitiva, lo más rápido posible; no me gusta aguantar la cámara en la cara más de tres o cuatro segundos para no llamar la atención de la gente y que el fotógrafo se acabe convirtiendo en el centro de atención, rompiendo toda espontaneidad en la escena.
La cámara ha respondido muy bien a valores ISO altos, en ocasiones tuve que llevar el valor hasta los 6400 ISO, dando un nivel de ruido más que aceptable.
He utilizado mucho la transferencia de imágenes mediante la aplicación de Fujifilm (Camera Remote), tanto para alimentar las stories diarias que iba subiendo a Instagram (@rafaperez), como para poder compartir alguna foto con los pasajeros y los empleados del Transiberiano.
En definitiva, creo que las imágenes con las que he vuelto a casa no hubieran sido posibles con un equipo de mayor tamaño.