2016 empezó con un reto. Tenía que decidir el equipo fotográfico para el próximo viaje que mi pareja y yo íbamos a empezar a mediados de junio. Se trataba de dar la vuelta al mundo durante 365 días, de junio de 2016 a junio de 2017. Aunque llevábamos la idea en la cabeza desde que en 2012 nos mudamos al Reino Unido, solo fue un par de años después de llegar cuando empezamos a pensarlo en serio, planificarlo poco a poco y por fin 2016 cuadró como el año en íbamos a hacerlo realidad.
La elección de la cámara era fundamental ya que, bueno, no haces un viaje así cada día. Un tiempo atrás había vendido todo mi equipo DSLR de formato completo con el que acostumbraba a viajar. Cualquiera podía ver que las cámaras sin espejo habían venido para quedarse, y me parecía absurdo cargar con todo el peso y tamaño del DSLR cuando ya no me aportaba ningún beneficio especial.
Por aquel entonces había estado usando varias cámaras de Fujifilm, empezando por Fujifilm X-Pro1 (que luego vendí, de lo que a día de hoy aún me arrepiento), las cámaras Fujifilm X100S y E-X2, con diversas ópticas. También había tanteado otras marcas, tanto APS-C como FF pero siempre dentro de las cámaras sin espejo, que parecía lo único que tenía claro.
Mi dilema era que quería algo que realmente disfrutara usando, llevándolo en la mano, mirando por el visor, haciendo o revisando fotos en la pantalla… ¿sabéis cuando el equipo que utilizas simplemente te inspira a fotografiar?. Lo sé, puede sonar absurdo, pero seguro que algunos me entendéis. Al fin y al cabo, lo iba a usar probablemente cada día, bastantes horas al día, durante por lo menos todo un año viajando alrededor del mundo.
Aparte de una cámara que disfrutara usando, tenía que darme muy buena calidad de imagen. La idea era sacar partido de las fotos tomadas durante el viaje. Desde subirlas a agencias de photo stock, que acostumbran a ser bastante picajosas con las fotos que reciben, a vender copias fine-art o cualquier otra cosa que se me ocurriera. Con lo que, lo de la calidad de ninguna manera era discutible.
En esas estaba, disfrutando enormemente con todas las cámaras y ópticas Fujifilm que habían pasado por mis manos pero lamentando que los 16Mpx que por entonces ofrecían se me antojaran cortos para mis planes, y alguna otra marca que sí me daba la calidad de imagen que quería, me echaba para atrás porque la experiencia durante su uso no me acababa de convencer. Con todo eso en la cabeza que llegó enero de 2016 y Fujifilm anunció lo que los rumores ya adelantaban, la X-Pro2.
La flamante sustituta de la X-Pro1 mejoraba todo lo que a esta, histórica primera cámara de objetivos intercambiables de la Serie X, se le podía mejorar. Mejor visor híbrido, mejor AF, mejor pantalla, mejor usabilidad (¡el joystick!), mejor obturador mecánico, obturador electrónico añadido, RAW comprimidos, doble ranura para tarjetas, nuevo procesador y nuevo sensor de 24Mpx.
Por unos días tuve una alegría contenida, mientras miraba páginas y videos de análisis tratando de confirmar todas sus aparentes bondades y buscando cualquier posible defecto. Hasta que el 22 de enero hice algo que nunca antes había hecho con ninguna otra cámara, la reservé sin esperar ese tiempo de cuarentena inicial para ver como salen las primeras unidades, si todo va bien o traen algo molesto que corregir.
Por fin el 2 de marzo, cuando ya casi no me quedaban uñas que comer, recibo un e-mail diciéndome que la cámara venía en camino. Al día siguiente estaba en casa. 4 años y alrededor de 80.000 fotos después, con una vuelta al mundo incluida, sigue siendo mi cámara principal. Dando alegrías desde el primer día y aguantando como una campeona todo lo que le eche. La Fujifilm X-Pro2 me ha demostrado, si había alguna duda, que se puede hacer una cámara sin espejo duradera (el obturador está testado para 150.000 disparos, con lo que a este ritmo estaría más o menos aún a la mitad de su vida útil), resistente y fiable. Al final, si no soy mejor fotógrafo por cámara no será.
Pero el tiempo pasa para todos. Hace unos meses salió la nueva X-Pro3 con la nueva doble pantalla dándole una vuelta más, como solo Fujifilm parece que puede hacerlo, a ese concepto clásico que la Serie X tiene. Le añades a la cámara una doble pantalla digital, o sea la haces más moderna… ¡y aún parece más clásica!. No sé cuando tendré ocasión de probarla, seguro que es una chulada, pero mi X-Pro2… bueno, es que para mí ya es algo más que simplemente otra cámara.