Cualquiera que me conozca un poco, sabrá que me gusta la historia. Me gusta saber el porqué de las cosas, las anécdotas, etc… Soy una persona curiosa. También es cierto que no soy muy bueno para las fechas, así que de cuándo en cuándo voy haciendo algún que otro repaso. Al fin y al cabo, el acceso a la información hoy día es más rápido y fácil que nunca. Lo que antes ocupaba un estante entero de nuestra librería hoy cabe en el móvil. Más fácil, imposible.
Si la historia en general me resulta apasionante, la historia de la fotografía no lo es menos. En la gran mayoría de casos, las cámaras y accesorios que tenemos entre manos los fotógrafos día sí y día también, son el resultado de la evolución y el desarrollo de muchos años.
La inquietud y la curiosidad del ser humano por captar la realidad que ha tenido ante sus ojos han sido el motor que ha hecho posible que la fotografía naciera “oficialmente” hace 180 años con el Daguerrotipo. Pero si hablamos del Daguerrotipo, también habría que hablar de Niépce, de Fox Talbot, de George Eastman o de Oskar Barnak por nombrar solo algunos nombres de los muchos que con su investigación han ido haciendo posible el desarrollo de la tecnología fotográfica. Cada salto evolutivo ha permitido que las cámaras fueran mejores, más rápidas y de mejor construcción.
En el pasado el formato de 35 mm era el más extendido y a pesar de los avances, la fotografía seguía siendo un poco cara y no muy accesible a la mayoría del público. Así que aprovechando la transición de la película al formato digital surgió la idea de desarrollar una cámara con componentes más pequeños que los que se fabricaban entonces. Nace así el formato APS-C, aunque siempre ha estado en un segundo plano.
Fujifilm siempre ha estado ahí, innovando y comercializando cámaras que aportaban una alternativa de uso. Hasta que llegó el sistema X. Cámaras más pequeñas, objetivos más pequeños, menos peso, menos volumen y más espacio en la mochila manteniendo la calidad de imagen, más económica y por tanto más accesible al consumidor en general. ¿Os suena? La historia se repite. Sentaron las bases de un cambio en la forma de entender la fotografía. Menos es más. Reinventar la fotografía es posible, y Fujifilm lo está haciendo.
Después de la parrafada histórica, os cuento lo mío. ¿Habéis sentido eso del amor a primera vista? El mío fue con la cámara Fujifilm X-T1. El diseño, la estética tan clásica, discreta, elegante, me imaginé dando vueltas con esa cámara en la mano. Esperé. Decidí que todavía no era el momento de dar el salto del Formato Completo al APS-C.
El momento llegó con Fujifilm X-Pro 2. Ahí sí. Me lancé. “Quién no arriesga no gana” me dije. Comenzó mi cambio. Un salto hacia delante que me ha hecho redescubrir la fotografía.
Siempre he escuchado decir a otros profesionales con más años que yo en éste mundo que la mejor cámara es la que uno siempre lleva encima, con la que se siente a gusto fotografiando. Yo puedo decir lo mismo de mis cuatro cámaras. Sí, cuatro.
Esa sensación de tener entre manos una herramienta con la que encajas a la perfección, como si estuviera hecha para ti y tu forma de fotografiar, un apéndice inseparable de tu brazo. Esa sensación es magia os lo aseguro. Y el resultado de esa sensación es disfrutar de la fotografía de una forma que antes no había experimentado.
Como la fotografía no avisa, surge de repente, me gusta llevar un pequeño bolso con alguna de mis cámaras encima. No siempre llevo la misma, voy cambiando, según me apetezca. A veces llevo la cámara Fujiflm X-T2 con un angular, a veces monto la óptica Fujinon XF35mm F1.4, otras veces llevo Fujifilm X100F. Esto antes no podía hacerlo por una sencilla razón, el peso. Cargar con cerca de dos kilos durante todo un día se hacía pesado y a veces me quitaba las ganas de llevarme la cámara a la calle.
Yo antes era de llenar la mochila de “por si acasos”. Accesorios para fotografiar que nunca llegaba a usar en ningún viaje. Me di cuenta de que no era forma de viajar, ni de fotografiar. Me sobraba peso, me sobraban chismes, filtros y casi cualquier cosa que no fuese la cámara.
Ahora, puedo llevar en un bolso pequeño una cámara y dos objetivos y moverme por la ciudad, viajar, trabajar sin que me frene nada, sin que me pese el equipo, siempre con ganas de más, con ganas de exprimir las posibilidades de cada una de mis cámaras. Cuando fotografías con total comodidad, el trabajo fluye.
Soy como un niño con juguetes nuevos al que no se le pasa la emoción de usar los mismos juguetes cada día.
Que no paren esas sensaciones. Que no paren las fotos.