A veces me gustaría poder chasquear los dedos y teletransportarme a mi destino sin tener que pasar por un aeropuerto y sus colas para hacer check-in, control de policía y embarque. Pero cuando viajo en coche, el viaje comienza desde el momento en el que me siento al volante. Me encanta tener flexibilidad para parar en cualquier lugar que me parezca interesante y la posibilidad de tomar un desvío para descubrir nuevos lugares y paisajes.
No hay nada que me guste más que un viaje en coche cruzando la naturaleza y los maravillosos paisajes que ofrecen las tierras británicas. Pero este en particular llevaba en mi lista los once años que llevo viviendo en Reino Unido. Nos esperaban 9 horas de trayecto, pero el destino merecía la pena: nos dirigíamos rumbo a las Highlands escocesas.
Otra ventaja de viajar en tu propio medio de transporte es poder moverte libremente una vez llegas a tu destino, algo totalmente necesario si viajas a las zonas montañosas de Escocia. El pueblo más cercano a nuestro acogedor espacio, en la pequeña aldea de Achaphubuil, se encontraba a más de hora y media caminando, incluyendo un paseo en un pequeño barco para cruzar la ría Eil. Pero ya contábamos con ello, y es que nuestro plan para este viaje era no tener ningún plan.
Para mí no hay nada mejor que visitar un lugar por primera vez y salir a la calle a pasear sin rumbo con mi cámara para poder capturar todo aquello que me pueda sorprender. Sin expectativas y sin condicionar mi creatividad con los descubrimientos de otros, intento sumergirme en lo que me rodea para documentar el día a día de la gente y sus costumbres, combinando mi experiencia, mis emociones y mi punto de vista, con la historia del lugar. Por eso mismo no se me ocurría nada mejor que pasear durante horas a través de campos de ganado contemplando paisajes rurales para conocer la verdadera belleza de las Highlands escocesas.
Sin duda alguna, dicha belleza merece ser capturada con una cámara que no deje ningún detalle atrás, y para ello decidí llevar de compañera la cámara de medio formato Fujifilm GFX 50 R. Llevaba mucho tiempo queriendo ponerla a prueba en un viaje. Nunca me hubiera imaginado poder llevar una cámara de formato medio colgada del cuello a pasear, sin necesidad de cargar con una mochila llena de equipo pesado, ni si quiera un trípode.
Llevo varios años usando la Fujifilm X-E3 en mis viajes junto a una óptica Fujinon XF23mm F1.4: mi combinación favorita. Pero el uso de una cámara con un sensor de mayor tamaño siempre me ha tentado, y con un par de publicaciones interesadas en mis imágenes de Escocia, me pareció la ocasión perfecta para sacarle uso al sensor de formato medio. Algo fundamental para poder dejar mi creatividad fluir es sentirme cómoda y pasar desapercibida. Por eso mismo, es algo que siempre tendrá prioridad por encima de mi equipo fotográfico. Antes de dar el salto y pasar a Fujifilm, me costaba mucho motivarme a cargar con mi cámara réflex y todos los accesorios cuando viajaba, perdiendo oportunidades de tomar fotos por simple pereza. Pero mi pequeña Fujifilm X-E3 me hizo recuperar mi pasión por la fotografía: hoy en día me sería impensable viajar sin ella. Eso es precisamente por lo que la Fujifilm GFX 50 R me daba un poco de respeto, aunque no tardé mucho en darme cuenta de que no había nada que temer.
Los resultados hablan por sí mismos: la nitidez de la imagen y los colores son inmejorables. Y el tamaño y el peso del equipo nunca supusieron un obstáculo – incluso en los días donde los paseos se convirtieron en trekking y el trekking en escalada mi Fujifilm GFX 50 R me resultaba más cómoda que mi antigua réflex.
Otra de las ventajas de los sistemas Fujifilm es que son extremadamente intuitivos. El diseño del cuerpo de la cámara de la Fujifilm GFX 50 R es muy parecido a la cámara Fujifilm X-E3, lo que hizo que no me fuese nada difícil pasar a usarla sin haberla tratado antes.
Las ópticas que escogí para el viaje fueron las Fujinon GF32-64mm F4 y GF 45mm F2.8. Normalmente, aunque viaje con varios objetivos, suelo usar siempre el mismo. Pero en este caso quería poner a prueba varios para poder decidir con cuál me sentía más cómoda. Me gusta viajar con una óptica versátil, con la que poder capturar tanto paisajes y arquitectura como retratos y detalles, ya que mi fotografía de viaje no se centra en un solo aspecto, si no en la historia y narrativa en conjunto de cada lugar.
Y así, la cámara Fujifilm GFX 50 R se convirtió en otra favorita, junto a mi Fujifilm X-E3. De esta manera encontré la combinación perfecta para mi fotografía de viaje. Y es que, si hay algo que he aprendido en mis años en la profesión, es que cada fotógrafo tiene su estilo, y la misma cámara no le sirve a todo el mundo. Es muy importante encontrar el equipo que le complemente a la perfección.