Soy un fotógrafo de cuarta generación al que nunca forzaron seguir la estirpe. Aun así, vencieron los genes y la atracción de ver con doce años una foto impresa que hice con la cámara analógica de mi padre. Recuerdo ese momento como si fuera ayer, fue como si me hechizaran y desde ese momento no pude quitarme la fotografía de la cabeza. Sin embargo, fue mucho más tarde, a los 27 años, cuando decidí dedicarme a la fotografía profesionalmente. Y como toda buena historia, los inicios no fueron fáciles, eso sí, ha sido un camino repleto de experiencias bonitas.
Mi relación con las cámaras Fujifilm fue un flechazo que empezó con la cámara Fujifilm X-Pro2 en 2016, cámara con la que realizaba bodas y eventos. Pero mi negocio dio un giro inesperado cuando empecé a realizar más trabajos comerciales como fotografía de productos, joyas, comida, instalaciones y, sobre todo, trabajos hoteleros en los que he tenido que viajar mucho tanto por Europa como por América. Estos trabajos requerían más calidad, ya que algunos proyectos tenían una finalidad para acabados en vallas publicitarias, escaparates, marquesinas y un largo etc. La finalidad es tener la calidad suficiente para poder dotar esa fotografía con cualquier valor comercial.
Casualidades de la vida, vi un anuncio de la nueva Fujifilm GFX 50S y allí es cuando lo vi claro, tenía que ser mía y probarla a toda costa para saber si me serviría para los trabajos que yo realizo. Se la pedí a una tienda de confianza para poder probarla y no se la quise devolver de lo impresionado que me dejó. Ningún cambio es fácil y si además nunca has tenido una cámara de medio formato, requiere, no un aprendizaje complejo ni mucho menos, pero sí muchas horas para hacerse con ella y sacarle el máximo partido. En mi caso, dejé de usar todas las demás cámaras que tenía en ese momento como la cámara Fujifilm X-T2 para centrarme al 100% en la cámara Fujifilm GFX 50S y considero que fue lo acertado ya que estoy encantado con el resultado que obtuve en todos los proyectos que he tenido durante estos dos años que llevo usándola.
Muchos os preguntaréis si he podido realizar trabajos que requieren algo más de rapidez a la hora de captar algunos momentos de más acción. Por ejemplo, una modelo moviéndose. La respuesta es sí. Sin ningún problema y puede ser que sea porque no soy del hábito de disparar en ráfaga, ya que entonces no sería mi cámara ideal o tendría que combinarla con mi actual Fujifilm X-T3.
Sin lugar a duda, estoy enamorado de esta cámara por los siguientes motivos:
- El tamaño y peso de esta cámara de formato medio es equivalente a alguna réflex de alta gama.
- La calidad de las imágenes es sencillamente espectacular y puedo decir que es la primera cámara que tengo que al hacer zoom al 100% en cualquier programa de edición se ve una calidad en los detalles que me enamora y me da una satisfacción total.
- Los colores que ofrecen también son excelentes y un punto importante que lo diferencia.
- El rango dinámico con el que cuenta también ha hecho que en fotografía de instalaciones no haga falta que hiciera BKT.
Y ahora la cámara Fujifilm GFX 50S es compatible con el programa de edición Capture One. Con lo que además, me hace la vida mucho más sencilla. Uno de los trabajos que sí o sí sabía que dispararía con Fujifilm GFX 50S, es el de los reportajes que realizo para la revista “Hola”. No tanto por los megapíxeles, ya que su destino es una revista y no grandes ampliaciones, sino por la calidad de imagen final que no me da otra cámara. Los colores, texturas, rango dinámico y un largo etc. Es en definitiva, la seguridad que me proporciona esta cámara en trabajos que requieren lo mejor tanto de mí como de mi cámara.
Para terminar, diré que con Fujifilm he encontrado el equilibro perfecto con diferentes modelos, Fujifilm GFX 50S para trabajos que necesiten la máxima calidad, Fujifilm X-T3 para trabajos en los que necesito llevar el equipo más liviano posible, Fujifilm X-T30 como segundo cuerpo de Fujifilm X-T3 y mi cámara personal para mis viajes personales en familia.